This is an authorized translation of an Eos article. Esta es una traducción al español autorizada de un artículo de Eos.
Mientras el ritmo del cambio ambiental global se acelera y su impacto se vuelve más profundo, el conocimiento y la enseñanza de las geociencias se torna cada vez más importante para entender y resolver de manera crítica los retos que se presentan en el sistema terrestre debido a la modificación humana.
Sin embargo, los educadores en geociencias se enfrentan a dificultades que van más allá de la enseñanza científica del cambio global. Deberían comunicar la manera en que dicho cambio afecta de manera desproporcionada a distintas comunidades y resaltar las implicaciones y el impacto que esto tiene en la equidad intra e intergeneracional. Los paradigmas educativos contemporáneos en geociencias se centran en el primero de estos retos, pero ignoran los otros dos.
El hecho de no poner el énfasis en la igualdad y la justicia ambiental desde el enfoque del aprendizaje de las geociencias hace que los estudiantes perciban como poco relevante la relación entre la ciencia y sus vidas.
El hecho de no poner el énfasis en la igualdad y la justicia ambiental desde el enfoque del aprendizaje de las geociencias hace que los estudiantes perciban como poco relevante la relación entre la ciencia y sus vidas. Los estudiantes, por ejemplo, pueden preguntarse por qué algunos de ellos viven en vecindarios que se inundan habitualmente durante las tormentas severas, mientras otros viven en localidades que nunca sufren dichas disrupciones, o por qué la contaminación atmosférica y el calentamiento urbano afectan de manera desproporcionada a las comunidades de bajos ingresos y a las comunidades marginadas. [Hsu et al., 2021].
Responder a estas preguntas y dar luz sobre la relevancia de las geociencias para los estudiantes requiere que los educadores asuman la responsabilidad individual de explicar cómo su ciencia se relaciona con las injusticias medioambientales del pasado y del presente, y cómo puede ayudar a encontrar soluciones. Por otra parte, es fundamental que los educadores reconozcan la importancia de la historia, ya que establece las condiciones previas que permiten que las desigualdades presentes en nuestro día a día existan y persistan.
Al abordar estudios de caso de justicia ambiental, se puede vincular la historia y la ciencia para fomentar el diálogo de los estudiantes sobre sus propias experiencias.
Reacción tardía
¿Por qué los educadores de geociencias no han incorporado la justicia ambiental en sus cursos? Para ser justos, algunos lo han hecho. La Universidad de Stanford ofrece un curso introductorio en “La geociencia y la justicia ambiental”, por ejemplo. Yo me dedico a enseñar un curso similar en la Universidad Estatal Central en Connecticut. En ciertos cursos de nivel superior en Princeton y la Universidad de Texas en Austin han investigado la calidad del agua en comunidades vecinas. Sin embargo, estos esfuerzos aún no se han trasladado a todos los departamentos de geociencias.
Las razones de la lentitud del movimiento hacia la integración de la justicia medioambiental en las aulas de las geociencias no están del todo claras, pero el movimiento es coherente con el ritmo glacial al que la comunidad geocientífica en su conjunto ha reconocido la importancia de la justicia medioambiental. La inercia puede deberse a la larga y bien documentada falta de diversidad entre los estudiantes, el profesorado y los profesionales de la disciplina, que probablemente se ha perpetuado a través de las barreras estructurales que dificultan la participación
En 2021, Robert Bullard, el “padre de la justicia ambiental” y autor de 18 libros y numerosos artículos sobre el tema, abordó a los asistentes de la reunión anual en la AGU (La Unión Americana de Geofísica, por sus siglas en inglés). Tras su intervención, Susan Lozier, entonces presidenta de la AGU, reconoció que “La AGU había tardado 100 años en invitar a alguien como usted a venir a hablarnos de cómo la justicia medioambiental requiere de la justicia racial”. Un signo alentador de cambio es que la justicia medioambiental volvió a ocupar un lugar destacado en la Reunión Anual de la AGU tan sólo 3 años después, cuando la activista comunitaria Sharon Lavigne se dirigió a los asistentes para hablar de su trabajo en favor de las comunidades que sufren la contaminación industrial en Luisiana.
Además de la falta de diversidad, las geociencias tienen el historial de ignorar y omitir la enseñanza sobre cómo los efectos del cambio ambiental afectan a algunas comunidades más que a otras. En Estados Unidos y otros países, las comunidades socioeconómicamente desfavorecidas e históricamente marginadas han sufrido injusticias relacionadas con la contaminación, la calidad del agua y la pérdida de biodiversidad, entre otras cosas.
Sin geocientíficos que documenten y estudien los cambios en estas zonas, los miembros de la comunidad están menos preparados para defenderse de los daños causados y para tomar decisiones para su seguridad en el futuro. Pero si los estudiantes no están expuestos al pasado y al presente de estos resultados desproporcionados, las geociencias pueden seguir sin reconocer y atender las necesidades de las comunidades olvidadas.
Análisis caso por caso
Examinar estudios de caso es una forma poderosa y relevante de demostrar cómo las geociencias son tan intrínsecas para entender una comunidad así como su historia, su política y sus condiciones socioeconómicas.
¿Cómo deben responder las geociencias a la necesidad de compromiso? A falta de cambios curriculares sistémicos, los propios educadores deben asumir la obligación de incorporar a sus aulas conversaciones sobre justicia y equidad. Examinar estudios de caso es una forma poderosa y relevante de demostrar cómo las geociencias son tan intrínsecas para entender una comunidad así como su historia, su política y sus condiciones socioeconómicas.
La enseñanza de casos prácticos relacionados con la justicia medioambiental plantea importantes retos. Por un lado, requiere que los profesores estén dispuestos a explorar cuestiones posiblemente desconocidas, como la planeación urbana, la planificación de los usos de suelo, la legislación sobre derechos civiles y la legislación medioambiental.
Aprender sobre estos temas y actualizar los itinerarios de los cursos para incluir estudios de caso requiere tiempo, un bien escaso para los educadores. En mi experiencia, sin embargo, la recompensa puede ser considerable, y existen recursos útiles que facilitan esta tarea. Dichos recursos incluyen documentos clave de la literatura sobre justicia ambiental, centrados, por ejemplo, en su desarrollo histórico [Bullard, 2001; Taylor, 2000] los principios legales [Kuehn, 2000] y el impacto de la segregación urbana y las prácticas de redlining [Rothstein, 2017]. Además, las conversaciones con expertos en justicia ambiental, incluidos representantes del gobierno estatal, la oficina regional de la EPA, el mundo académico y grupos de defensa, me resultaron informativas e inspiradoras a la hora de diseñar mi curso. A veces, estos mismos expertos aceptan ofrecer su tiempo como ponentes invitados, lo que supone un recurso valioso para el profesorado que empieza a impartir clases sobre justicia medioambiental.
Los educadores también deben reconocer que gran parte de la educación ambiental se ha politizado [Hursh et al., 2015] y que existe la posibilidad de que se produzcan debates difíciles e incómodos sobre raza, etnicidad y justicia. De hecho, muchas personas, tanto dentro como fuera del sistema educativo —desde administradores escolares, otros docentes e incluso estudiantes, hasta consejos educativos, actores de la política pública y padres— pueden afirmar que esos temas quedan fuera del ámbito de la enseñanza de las geociencias, lo que ejerce presión sobre los educadores. Por ejemplo, los esfuerzos de varios estados por restringir la enseñanza de temas como el racismo pueden hacer que los profesores duden a la hora de hablar de justicia medioambiental. Encuentro que debo ser cauteloso y elegir cuidadosamente las palabras que utilizo, sobre todo al describir las bases históricas de las asimetrías presentes en los actuales modelos de impacto ambiental.
Otro obstáculo es la escasez de material didáctico, especialmente de estudios de caso sobre justicia ambiental que puedan integrarse sin problemas en los programas de estudios preexistentes. Por ejemplo, aunque existen excelentes libros de texto sobre la contaminación del aire y el agua, en los documentos sobre residuos tóxicos y otras cuestiones relacionadas con las geociencias ambientales, rara vez se incluyen estudios de casos en los que participen comunidades marginadas.
Si los libros de texto actuales carecen de estudios de caso adecuados, los educadores necesitan construir los suyos propios involucrando de esta manera a estudiantes en identificar casos de investigación para compartir con sus compañeros de clase.
Construyendo un caso
Los educadores deben buscar ejemplos que ilustran claramente cómo la geociencia contribuye a la búsqueda de la justicia para las comunidades afectadas por la contaminación, los cambios de temperatura, el régimen pluvial, las tormentas, las sequías, o el aumento del nivel del mar.
Al desarrollar o elegir los estudios de caso que se presentarán, los educadores deben buscar ejemplos que ilustran claramente cómo la geociencia contribuye a la búsqueda de la justicia para las comunidades afectadas por la contaminación, los cambios de temperatura, el régimen pluvial, las tormentas, las sequías, o el aumento del nivel del mar. Las fuentes pueden encontrarse en investigaciones existentes, en Internet y en los medios de comunicación, y normalmente los educadores no tienen que ir muy lejos para encontrar ejemplos de esas comunidades.
Una historia de contaminación de aguas subterráneas que se desarrolló durante más de 20 años en Dickson, Tennessee), conocida como “el modelo a seguir para el racismo medioambiental” [Bullard et al., 2007], ofrece un poderoso ejemplo que aprovecho para vincular las geociencias con la justicia medioambiental. Este estudio de caso, elaborado a partir de archivos judiciales, un vídeo en línea (que incluye un emotiva narración del demandante principal) y la bibliografía publicada (incluidos numerosos artículos no técnicos), se centra en la contaminación de un acuífero kárstico por tricloroetileno (TCE) extremadamente tóxico que se filtró desde un vertedero sin revestimiento.
La historia de Dickson gira en torno a la interacción entre las importantes características hidrológicas del acuífero kárstico, la mala conducta empresarial, los incumplimientos de la normativa de recursos hídricos y el racismo. Antes de abordar el estudio del caso, mis alumnos aprenden los conceptos jurídicos básicos de la justicia medioambiental y realizan un módulo sobre aguas subterráneas centrado en las diferencias entre el flujo de aguas subterráneas en acuíferos típicos y en zonas kársticas. Estas últimas se caracterizan por la formación de canales de disolución y sumideros que crean conexiones directas por las que el agua superficial, incluidos los contaminantes, penetra en el acuífero. Además, el flujo dentro de los acuíferos kársticos puede ser exponencialmente más rápido que en los acuíferos típicos, lo que los vuelve extremadamente vulnerables a la contaminación.
Otra parte importante de la elección de los estudios de caso es encontrar relatos que atraigan emocionalmente a los estudiantes.
Los expedientes judiciales documentan cómo los reguladores estatales y federales, así como los funcionarios de la ciudad, el condado y el estado, reconocieron pero ignoraron la amenaza que suponía el TCE de contaminar rápidamente el acuífero, del que procedían los pozos de agua potable privados y públicos. Cuando finalmente se analizaron los pozos, se dijo a los propietarios afrodescendientes que su agua era potable, mientras que a las personas blancas se les advirtió rápidamente y se les suministró agua limpia. El éxito de las demandas interpuestas en nombre de las familias negras afectadas acabó aportando una medida de justicia correctiva.
Otra parte importante de la elección de los estudios de caso es encontrar relatos que atraigan emocionalmente a los estudiantes. En Estados Unidos, esos relatos pueden proceder de comunidades de todo el país:
- Los educadores pueden encontrar casos en el Valle de San Joaquín, en California, donde los acuíferos sobreexplotados y contaminados por nitratos y arsénico hacen que muchas comunidades pobres, de áreas no incorporadas y de mayoría latina dependan del agua embotellada.
- Pueden dirigirse al Cinturón Negro de Alabama, donde los suelos de drenaje deficiente, junto a la pobreza extrema y a una historia de racismo y negligencia institucional, crean problemas de alcantarillado que un investigador de las Naciones Unidas describió como “algo nunca antes visto en el mundo desarrollado”.
- Pueden fijarse en algunas zonas de los Apalaches, donde las comunidades pobres y mayoritariamente blancas también se han visto afectadas por la contaminación y la pérdida de biodiversidad como consecuencia de la explotación minera de las cimas de las montañas y el rellenado de los valles [Palmer et al., 2010].
- Los instructores pueden investigar cómo el legado del racismo medioambiental y la contaminación atmosférica de la producción petroquímica en el Callejón del Cáncer de Luisiana ha dado lugar a un mayor riesgo de cáncer entre las comunidades aledañas oprimidas y de bajos ingresos.
- El material de base podría proceder del trabajo de la geocientífica del Servicio Geológico de Estados Unidos y miembro de la Nación Crow, Margaret Redsteer, que ha combinado datos meteorológicos disponibles públicamente con observaciones de ancianos de la tribu para documentar los cambios climatológicos que amenazan las prácticas y la cultura tradicionales de la Nación Navajo [Redsteer y Wessells, 2017]. Los alumnos pueden recrear los gráficos elaborados por Redsteer y ver el vídeo narrado por ella para obtener una visión completa del impacto medioambiental que tiene el cambio climático en una sociedad históricamente vulnerable cuyas dificultades han sido sistemáticamente ignoradas.
Acompañar los estudios de caso con tecnología interactiva también ayuda a atraer a los estudiantes. Las herramientas cartográficas digitales, como el visualizador de justicia medioambiental, EJScreen de la EPA (Agencia de Protección Ambiental de E.E.U.U., por sus siglas en inglés), la plataforma CalEnviroScreen 4.0 de California y el Explorador Comunitario de Justicia Ambiental de la NOAA (la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica), pueden ayudar a los estudiantes a explorar temas de justicia ambiental como el aburguesamiento climático y la vulnerabilidad de las comunidades costeras ante el incremento del nivel del mar y el aumento de las crecidas del mar a consecuencia de una tempestad.
[Las páginas de EJScreen y Community Environmental Justice Explorer fueron eliminadas de los sitios web de la EPA y la NOAA después de que se publicara la versión en inglés de este artículo el 6 de enero.] Otra vía de promover la interactividad y el compromiso en clase consiste en ofrecer a los alumnos la oportunidad de colaborar en pequeños grupos, responder a preguntas y extraer conclusiones para compartir los resultados con sus compañeros.
Acercarlo a casa
En 1997, la especialista en ciencias geológicas Jill Schneiderman, cuyos trabajos iniciales con sistemas de información geográfica y una comunidad que sufría injusticia medioambiental en Fort Valley, Georgia, escribió que, “como feminista y geóloga, creo que el papel de los científicos es permitir que una comunidad desempoderada exponga sus argumentos” [Schneiderman, 1997].
Veintiocho años después, ante la investigación y documentación exhaustiva de las alteraciones humanas del sistema terrestre y con los efectos del calentamiento global encima, la demanda de integrar la justicia a las geociencias es aún más urgente. La observación de Schneiderman ha encontrado eco en muchos investigadores contemporáneos que instan a utilizar las tecnologías de observación de la Tierra para apoyar a las comunidades que “luchan por la justicia medioambiental en las fronteras globales de las mercancías” [Segarra et al., 2024].
Sin embargo, no basta con impartir principios básicos de geociencia o enseñar sobre el cambio planetario y la justicia medioambiental en abstracto. Debemos reafirmar estas ideas conectándolas con la vida de los alumnos.
Sin embargo, no basta con impartir principios básicos de geociencia o enseñar sobre el cambio planetario y la justicia medioambiental en abstracto. Debemos reafirmar estas ideas conectándolas con la vida de los alumnos. Teniendo en cuenta la eficacia de la educación basada en el lugar, los docentes deben reflexionar sobre los orígenes de sus alumnos y considerar estudios de casos relevantes para sus experiencias de vida.
Muchos de mis alumnos nunca han viajado fuera de Connecticut, así que también enseño estudios de casos de lugares aledaños. Un ejemplo se centra en el North End de Hartford, donde las pautas históricas de desinversión y la falta de financiamiento han provocado repetidas inundaciones y atascos en el alcantarillado, agravados por el aumento de la precipitación pluvial. Los activistas y residentes del barrio han ejercido presión para conseguir mejoras en el sistema de alcantarillado. Ejemplos de aprendizaje basado en el lugar como éste, no sólo enseñan ciencia e historia, sino que también capacitan a los alumnos para reconocer que los problemas globales pueden tener efectos locales y que, actuando localmente, pueden ser agentes del cambio.
Al finalizar el estudio de un caso, pido a mis alumnos que reflexionen sobre lo que han aprendido. Sus respuestas, como en el caso del condado de Dickson, suelen ser viscerales -desde la conmoción y la indignación hasta el asco y la tristeza- y demuestran que se involucran emocionalmente. Sin embargo, también han reconocido que individuos comunes y corrientes pertenecientes a estas comunidades han logrado organizarse con sus amigos y vecinos para luchar por la justicia. Muchos mencionan que ahora ven a sus propios barrios desde una perspectiva diferente, sabiendo que su historia ha afectado directamente el entorno medioambiental al que vuelven día con día.
Desde mi experiencia, los estudiantes quieren conocimientos que puedan utilizar, conocimientos que puedan cambiar sus vidas e incluso modificar su forma de pensar sobre el mundo. Quienes enseñamos ciencias geológicas, ya sea en cursos de educación general (que pueden ser los únicos cursos de ciencias que un estudiante curse en su educación universitaria) o en cursos de especialización, podemos mostrarles que la geociencia es parte de la solución a la desigualdad y la injusticia, y que los individuos pueden marcar la diferencia.
¿Necesitas otros ejemplos? Puedes elegir entre los ganadores del Premio Internacional Goldman de Medio Ambiente, que ofrecen historias inspiradoras de “gente ordinaria que emprende acciones extraordinarias para proteger nuestro planeta”. O puedes buscar a personas similares en tu propio estado o comunidad.
Los estudiantes de hoy día se enfrentan a una herencia medioambiental plagada de retos. Como mínimo, les debemos tanto el conocimiento científico, como la información del contexto social circundante que les ayudará a tomar decisiones más acertadas que las que han tomado las generaciones precedentes a la hora de enfrentarse a estas dificultades. En esta intersección de lo familiar y lo desconocido, donde la sociedad y la ciencia se encuentran, comienza el verdadero aprendizaje y el progreso.
Referencias
Bullard, R. D. (2001), Environmental justice in the 21st century: Race still matters, Phylon, 49, 151–171, https://doi.org/10.2307/3132626.
Bullard, R. D., et al. (2007), Toxic Wastes and Race at Twenty: 1987–2007—Grassroots Struggles to Dismantle Environmental Racism in the United States, 160 + xv pp., United Church of Christ, Cleveland, citeseerx.ist.psu.edu/document?repid=rep1&type=pdf&doi=eefc3e9942853320f7f750158bec802e16e4f162.
Hsu, A., et al. (2021), Disproportionate exposure to urban heat island intensity across major US cities, Nat. Commun., 12, 2721, https://doi.org/10.1038/s41467-021-22799-5.
Hursh, D., J. Henderson, and D. Greenwood (2015), Environmental education in a neoliberal climate, Environ. Educ. Res., 21, 299–318, https://doi.org/10.1080/13504622.2015.1018141.
Kuehn, R. R. (2000), A taxonomy of environmental justice, Environ. Law Rep., 30, 10,681–10,703, ir.lib.uwo.ca/aprci/307.
Palmer, M. A., et al. (2010), Mountaintop mining consequences, Science, 327, 148–149, https://doi.org/10.1126/science.1180543.
Redsteer, M. H., and S. M. Wessells (2017), A record of change—Science and elder observations on the Navajo Nation, Gen. Inf. Prod. 181, video, 25 min., U.S. Geol. Surv., Reston, Va., https://doi.org/10.3133/gip181.
Rothstein, R. (2017), The Color of Law: A Forgotten History of How Our Government Segregated America, W. W. Norton, New York, wwnorton.com/books/the-color-of-law/.
Schneiderman, J. S. (1997), The common interests of Earth science, feminism, and environmental justice, NWSA J., 9(3), 124–137, https://www.jstor.org/stable/4316534.
Segarra, J., et al. (2024), The role of critical remote sensing in environmental justice struggles, Prog. Environ. Geogr., 3, 185–211, https://doi.org/10.1177/27539687241269331.
Taylor, D. E. (2000), The rise of the environmental justice paradigm: Injustice framing and the social construction of environmental discourses, Am. Behav. Sci., 43, 508–580, https://doi.org/10.1177/0002764200043004003.
Datos de autor
Gary A. Gomby (garygomby@ccsu.edu), Central Connecticut State University, New Britain.
This translation by Diana Ríos Valdés (@dianarivaldes) was made possible by a partnership with Planeteando y GeoLatinas. Esta traducción fue posible gracias a una asociación con Planeteando and GeoLatinas.
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